Visitar una ciudad es una experiencia completamente diferente a vivir en ella. Lo pensaba al pasear por Barcelona, y recordaba el gran dilema que tuve al elegir universidad y ciudad universitaria. Si terminé eligiendo Madrid por encima de Barna fue más por aspectos prácticos que otra cosa.
Y callejeando por Gracia un puente de diciembre, me lo volví a plantear con más fundamento, con la autoridad que dan tres meses viviendo en una ciudad nueva. ¿Y si hubiera elegido Barcelona? La Pompeu Fabra fue muy tentadora al hacer la matrícula, pero Madrid terminó ganando.
Lo confieso: soy más de Barcelona que de la capital.
...y rescato este comienzo de borradores. Se ha quedado viejo y a la vez es más actual que nunca: escribo desde mis pequeñas vacaciones navideñas en casa, en San Sebastián. Pero las sensaciones que produce volver son demasiado complejas para hablar sobre ellas, así que me quedo con la reflexión que hice en Barcelona: por una parte me alegro de no vivir allí porque así no he mancillado esa ciudad. Siempre nos quedará Barcelona, pero como amante, cuando la rutina haya vuelto tedioso mi noviazgo con Madrid y agobiante mi relación maternal con Donosti.